5 Pero yo le rogué a Dios:—¡No lo hagas, Dios mío! ¿Cómo vamos a sobrevivir, si somos un pueblo tan pequeño?
6 Entonces Dios sintió compasión de nosotros, y dijo:—Está bien. Tampoco voy a mandar este fuego contra ustedes.
7 Nuestro Dios también me permitió verlo cuando estaba junto a un muro, con una plomada de albañil en la mano.
8 Me preguntó:—¿Qué es lo que ves, Amós?Yo le respondí:—Veo una plomada de albañil.Entonces Dios me dijo:—Con esta plomada voy a ver si mi pueblo se comporta rectamente. Ya no voy a perdonarle un solo pecado más.
9 Destruiré los pequeños templos donde los israelitas adoran a sus ídolos, y le declararé la guerra a la familia del rey Jeroboam.
10 Un sacerdote de Betel, llamado Amasías, mandó a decirle a Jeroboam, rey de Israel:«Amós anda haciendo planes en contra de Su Majestad. Como israelitas, no podemos dejar que siga haciéndolo.
11 Según él, Su Majestad morirá en el campo de batalla, y los israelitas serán llevados presos a otro país».