1-22 En esos días, el rey Ezequías se enfermó gravemente y estaba por morir. El profeta Isaías fue a visitarlo y le dijo: «Dios dice que vas a morir, así que arregla todos tus asuntos familiares más importantes».Entonces Ezequías volvió su cara hacia la pared y oró a Dios así: «Dios mío, no te olvides de que yo siempre he sido sincero contigo, y te he agradado en todo». Luego Ezequías lloró con mucha tristeza.El profeta Isaías salió, y ordenó que le pusieran al rey Ezequías una pasta de higos en la herida para que sanara. Luego el rey preguntó: «¿Cómo puedo estar seguro de que voy a sanar, y que podré ir al templo de mi Dios?»Dios le dijo a Isaías:«Vuelve y dile al rey Ezequías, que yo, el Dios de su antepasado David, he escuchado su oración y he visto sus lágrimas. Dile que lo sanaré, y que voy a darle quince años más de vida. Yo salvaré a Ezequías y a Jerusalén del poder del rey de Asiria. Dile además que, como prueba de que cumpliré mi promesa, le daré esta señal: la sombra del reloj del rey Ahaz va a retroceder diez grados».Todo sucedió como Dios dijo.Luego de recuperarse de su enfermedad, el rey Ezequías escribió lo siguiente:«Yo pensé que iba a morirmejusto cuando estaba viviendolos mejores años de mi vida.Pensé que aquí en la tierrano volvería a ver a nadie,y que tampoco vería a mi Dios.Desbarataron mi casa,y me deprimí bastante;¡perdí las ganas de vivir!»Todo esto pasó de un día para otro,pero esperé con pacienciaa que saliera el sol.Me sentía derrotado,como si un león me hubiera atacado.Chillé como golondrina,¡me quejé como paloma!Me cansé de mirar al cielo y gritar:“¡Dios mío, estoy angustiado!¡Dios mío, ven en mi ayuda!”»Era tanta mi amarguraque ya ni dormir podía.Pero no podía quejarmeporque tú, mi Dios,ya me lo habías anunciado,y cumpliste tu palabra.»Tú, mi Dios,me devolviste la saludy me diste nueva vida.Tus enseñanzas son buenas,porque dan vida y salud.Sin duda fue para mi bienpasar por tantos sufrimientos.Por tu amor me salvaste de la muerte,y perdonaste todos mis pecados.»Los que han muertoya no pueden alabarte,ni confiar en tu fidelidad;en cambio, los que aún vivenpueden alabarte como te alabo yo.También nuestros hijos y nuestros nietospodrán hablar de tu fidelidad.»Dios mío, tú me salvarás,y en tu templo te alabaremoscon música de arpastodos los días de nuestra vida».