2-3 Judit se había casado con un hombre llamado Manasés, que pertenecía a su misma tribu y familia. Manasés había muerto en Betulia, durante una cosecha de la cebada. Murió por pasar mucho tiempo bajo los rayos del sol, mientras dirigía a los trabajadores que ataban los manojos de cebada. Fue sepultado en el terreno que está entre Ibleam y Dotán, donde también habían sepultado a sus antepasados.
4 Hacía tres años y cuatro meses que Judit había quedado viuda.
5 Vivía en una habitación sencilla que hizo construir en la parte alta de su casa. Siempre vestía con ropas ásperas en señal de luto.
6 Ayunaba todos los días, menos los sábados, los días de luna nueva y durante las fiestas que celebraban los israelitas.
7 Era muy hermosa y atractiva. No necesitaba de nada, pues su esposo Manasés le había dejado una gran fortuna. Tenía oro, plata, ganado, fincas y muchos esclavos y esclavas.
8 Además, Judit siempre obedecía las leyes de Dios, por lo que nadie podía acusarla de nada malo.
9 Judit se enteró de que el pueblo se había quejado ante Ozías por la falta de agua. También se dio cuenta de que Ozías había prometido entregar la ciudad a los asirios, si en un plazo de cinco días Dios no salvaba a la ciudad.