6 Tobit trataba de consolarla, y le decía:—¡Cálmate, querida, no te preocupes ni te pongas triste! Seguro que Tobías está sano y salvo, y pronto regresará. Algo lo habrá obligado a demorarse. Además, el hombre que lo acompaña es pariente nuestro, y podemos confiar en él.
7 Pero ella le contestó:—No trates de engañarme. ¡Nuestro hijo está muerto! ¡Cállate y vete de aquí!Ella no le hacía caso a nadie. Todos los días se levantaba y se quedaba mirando el camino por donde volvería su hijo. Cuando anochecía, entraba en la casa, se quejaba y lloraba toda la noche, sin poder dormir.
8 Cuando pasaron las dos semanas de la fiesta de bodas, Tobías le dijo a Ragüel:—Querido suegro, gracias por la fiesta de bodas. Pero tú sabes en qué situación dejé a mis padres; por eso te ruego que me dejes regresar a mi casa. Ellos deben estar muy preocupados, pensando que ya no volverán a verme.
9 Pero Ragüel le contestó:—Hijo mío, quédate conmigo. Yo enviaré un mensajero a tus padres, para que les diga que estás bien.Sin embargo, Tobías insistió:—¡No, no! ¡Por favor, déjame regresar a casa de mi padre!
10 Al ver que ya no podía convencerlo, Ragüel decidió darle permiso de marcharse junto con Sara. También le dio la mitad de todas sus riquezas: sirvientes y sirvientas, vacas, toros, ovejas, burros y camellos, así como ropa, utensilios y dinero.
11 Luego, al despedirse de ellos le dijo a Tobías:«Adiós, hijo mío. Que tengas un buen viaje. Que el Dios del cielo los guíe a ti y a tu esposa por buen camino. Espero que Dios me permita ser abuelo antes de morir».
12 A Sara le dijo:«Que tengas buen viaje, hija mía. Cuando llegues a casa de tus suegros, ellos serán tus padres, al igual que nosotros. Ojalá que mientras yo viva, sólo tenga buenas noticias de ti».Luego Ragüel se despidió de ellos con un abrazo.