1 Si alguien desea dirigir una iglesia, realmente desea un buen trabajo.
2 Pero debe ser alguien a quien no se le pueda acusar de nada malo. Debe tener una sola esposa, controlar todos sus deseos, y pensar dos veces lo que va a hacer. Debe comportarse correctamente, recibir con gusto en su hogar a los visitantes, y saber enseñar.
3 No debe ser borracho ni violento, ni buscar pelea. Al contrario, debe ser amable y tranquilo, y no estar preocupado sólo por el dinero.
4 Además, debe gobernar bien a su propia familia y educar a sus hijos, para que sean obedientes y respetuosos.
5 Porque si no puede gobernar a su propia familia, tampoco podrá gobernar a la iglesia de Dios.
6 Y no debe ser alguien con poco tiempo de haber creído en Jesucristo, pues puede volverse orgulloso, y entonces recibirá el mismo castigo que Satanás.
7 Por último, debe contar con el respeto de la gente que no cree en Jesucristo, para que nunca pase vergüenza delante de ellos ni caiga en alguna trampa de Satanás.