10 Pablo le contestó:—El tribunal del emperador de Roma está aquí, y es aquí donde debo ser juzgado. Usted sabe muy bien que yo no he hecho nada malo contra los judíos.
11 Si lo hubiera hecho, no me importaría si como castigo me mataran. Pero si lo que ellos dicen de mí no es cierto, nadie tiene derecho de entregarme a ellos. Yo pido que el emperador sea mi juez.
12 Festo se reunió con sus consejeros para hablar del asunto, y luego le dijo a Pablo:—Si quieres que el emperador sea tu juez, entonces irás a Roma.
13 Pasaron algunos días, y el rey Agripa y Berenice fueron a la ciudad de Cesarea para saludar al gobernador Festo.
14 Como Agripa y Berenice se quedaron allí varios días, Festo le contó al rey Agripa lo que pasaba con Pablo:—Tenemos aquí a un hombre que Félix dejó preso.
15 Cuando fui a Jerusalén, los principales sacerdotes y los líderes judíos lo acusaron formalmente. Ellos querían que yo ordenara matarlo.
16 Pero les dije que nosotros, los romanos, no acostumbramos ordenar la muerte de nadie sin que esa persona tenga la oportunidad de ver a sus acusadores y defenderse.