23 Pero ellos siguieron gritando con más fuerza, pidiendo que mataran a Jesús. Al fin, Pilato les hizo caso.
24-25 Ordenó que mataran a Jesús como ellos querían, y dejó libre a Barrabás, el rebelde y asesino.
26 Los soldados se llevaron a Jesús para clavarlo en una cruz. En el camino detuvieron a un hombre llamado Simón, y lo obligaron a llevar la cruz detrás de Jesús. Simón era del pueblo de Cirene, y en ese momento volvía del campo.
27 Muchas personas seguían a Jesús. Entre ellas había muchas mujeres, que gritaban y lloraban de tristeza por él.
28 Jesús se volvió y les dijo:«¡Mujeres de Jerusalén! No lloren por mí. Más bien, lloren por ustedes y por sus hijos.
29 Porque llegará el momento en que la gente dirá: “¡Dichosas las mujeres que no pueden tener hijos! ¡Dichosas las que nunca fueron madres ni tuvieron niños que alimentar!”
30 Esa gente deseará que una montaña les caiga encima y las mate.