1-2 Juan el Bautista, el hijo de Zacarías, vivía en el desierto. Dios le habló allí, en el desierto, cuando Tiberio tenía ya quince años de ser el emperador romano y Poncio Pilato era el gobernador de la región de Judea. En ese tiempo Herodes Antipas gobernaba en la región de Galilea; por su parte Filipo, el hermano de Herodes, gobernaba en las regiones de Iturea y Traconítide; Lisanias gobernaba en la región de Abilene. Anás y Caifás eran los jefes de los sacerdotes del pueblo judío.
3 Juan fue entonces a la región cercana al río Jordán. Allí le decía a la gente: «¡Bautícense y vuélvanse a Dios! Sólo así Dios los perdonará.»
4 Mucho tiempo atrás, el profeta Isaías había escrito acerca de Juan:«Alguien grita en el desierto:“Prepárenle el camino a nuestro Dios.¡Ábranle paso!¡Que no encuentre estorbos!
5 ”Rellenen los valles,y conviertan en llanurala región montañosa.Enderecen los caminos torcidos.
6 ¡Todo el mundo veráal Salvador que Dios envía!”»
7 Mucha gente venía para que Juan los bautizara, y él les decía:—¡Ustedes son unas víboras! ¿Creen que van a escaparse del castigo que Dios les enviará?
8 Muestren con su conducta que realmente han dejado de pecar. No piensen que van a salvarse sólo por ser descendientes de Abraham. Si Dios así lo quiere, hasta estas piedras las puede convertir en familiares de Abraham.