33 Jesús invitó a Pedro, a Santiago y a Juan, para que lo acompañaran. Empezó a sentirse muy, pero muy triste,
34 y les dijo a los tres: «Estoy muy triste, y siento que me voy a morir; quédense aquí y no se duerman.»
35-36 Jesús se alejó un poco de ellos, se arrodilló y oró a Dios: «¡Padre!, ¡papá!, si fuera posible, no me dejes sufrir. Para ti todo es posible. ¡Cómo deseo que me libres de este sufrimiento! Pero que no suceda lo que yo quiero, sino lo que quieras tú.»
37 Jesús regresó a donde estaban los tres discípulos, y los encontró durmiendo. Entonces le dijo a Pedro:«Simón, ¿te has quedado dormido? ¿No pudiste quedarte despierto ni una hora?
38 No se duerman; oren para que puedan resistir la prueba que se acerca. Ustedes quieren hacer lo bueno, pero no pueden hacerlo con sus propias fuerzas.»
39 Jesús se apartó otra vez, y repitió la misma oración.
40 Cuando regresó a donde estaban los tres discípulos, otra vez los encontró dormidos, pues estaban muy cansados. Jesús los despertó, pero ellos no sabían qué decir.