27 »Dios mío, ni el cielo ni la tierra son suficientes para ti, mucho menos este templo que te he construido.
28-30 Pero de todos modos te pido que escuches mi oración: Cuida de este templo de día y de noche, pues tú mismo has dicho que vivirás en él. Cuando estemos lejos de Jerusalén y oremos en dirección a tu templo, escucha desde el cielo nuestras oraciones, y perdónanos.
31 »Si alguien perjudica a otra persona, y delante del altar de este templo jura que no lo hizo,
32 escucha desde el cielo y castígalo. Examínanos, castiga al que resulte culpable y deja libre al inocente.
33-34 »Si tu pueblo Israel llega a pecar contra ti, y en castigo sus enemigos se lo llevan prisionero, perdónalo y tráelo de nuevo a este país que tú les diste a sus antepasados. Perdónalos siempre y cuando vengan a tu templo y se arrepientan de haberte ofendido.
35 »Si llegamos a pecar contra ti, y en castigo deja de llover por mucho tiempo, perdónanos, siempre y cuando oremos en este lugar, y nos arrepintamos de haberte ofendido.
36 Escúchanos desde el cielo y perdónanos. Enséñanos a vivir haciendo lo bueno, y mándanos de nuevo la lluvia que nos quitaste.