1 Cuando Salomón terminó de construir el templo de Dios, su propio palacio y todo lo que quiso edificar,
2 Dios se le apareció por segunda vez, como se le había aparecido antes en Gabaón,
3 y le dijo:«He escuchado tus oraciones y tus ruegos. Este templo que has edificado será mío, y en él viviré para siempre. Voy a cuidarlo; no lo descuidaré ni un momento.
4-5 »En cuanto a ti, Salomón, si te comportas bien y me obedeces en todo, Israel siempre tendrá como rey un descendiente tuyo. Así también se lo prometí a tu padre David; compórtate como él lo hizo.
6 »Pero si tú o cualquiera de tus descendientes no me obedecen, sino que sirven y adoran a otros dioses,
7 entonces expulsaré a Israel de la tierra que le he dado. Abandonaré el templo que había elegido para que me adoraran, y todas las naciones se burlarán de tu pueblo.
8 Este templo no será más que un montón de ruinas y todos los que pasen a su lado se asombrarán y se burlarán, diciendo: “¿Por qué Dios ha hecho esto con Israel y con este templo?”