7 Esa noche, Dios se le apareció a Salomón y le dijo:—Pídeme lo que quieras, y yo te lo daré.
8-10 Salomón le respondió:—Mi Dios, tú fuiste muy bueno con mi padre David, y a mí me has puesto a reinar en su lugar. Ser rey de un pueblo tan numeroso que no se puede contar, es muy difícil. Por eso, ahora te ruego que cumplas lo que le prometiste a mi padre. ¡Dame sabiduría e inteligencia para que pueda gobernar a un pueblo tan grande como el tuyo! Porque sin tu ayuda, nadie es capaz de hacerlo.
11 Entonces Dios le respondió a Salomón:—Lo normal hubiera sido que me pidieras mucho dinero, poder y fama; o que te permitiera vivir por muchos años y destruyera a todos tus enemigos. Sin embargo, has pedido sabiduría e inteligencia para reinar sobre mi pueblo.
12 »Por eso, te concedo tu deseo, y además te haré el rey más rico, poderoso y famoso que haya existido. Nadie podrá igualarte jamás.
13 Después de esto, Salomón salió del santuario y partió de Gabaón hacia Jerusalén, donde reinó sobre todo Israel.
14 Salomón reunió mil cuatrocientos carros y doce mil jinetes. Algunos estaban en los cuarteles de carros de guerra, y otros formaban su guardia personal en Jerusalén.
15 Era tan rico que en Jerusalén había plata y oro por todas partes, y abundaban los árboles de madera fina, como los árboles comunes en la llanura.