23 »Tú no tienes con qué atacarme. Es más, si ahora mismo me muestras a dos jinetes yo te doy los caballos.
24 Y si estás esperando a los egipcios, déjame decirte que los caballos y carros de combate de Egipto no harán temblar ni al más insignificante de mis soldados.
25 Además, hemos venido a destruir este país, porque Dios nos ordenó hacerlo».
26 Eliaquim, Sebná y Joah le dijeron al oficial asirio:—Por favor, no nos hable usted en hebreo. Háblenos en arameo, porque todos los que están en la muralla de la ciudad nos están escuchando.
27 El oficial asirio les respondió:—El rey de Asiria me envió a hablarles a ellos y no a ustedes ni a Ezequías, porque ellos, lo mismo que ustedes, se van a quedar sin comida y sin agua. Será tanta el hambre y la sed que tendrán, que hasta se comerán su propio excremento, y se beberán sus propios orines.
28 Después el oficial asirio se puso de pie y gritó muy fuerte en hebreo:«Escuchen lo que dice el gran rey de Asiria:
29 “No se dejen engañar por Ezequías, porque él no puede salvarlos de mi poder.