2 Luego les pidió a Eliaquim, a Sebná y a los sacerdotes más ancianos que fueran a ver al profeta Isaías hijo de Amós. Como ya se ha dicho, Eliaquim era el encargado del palacio, y Sebná era secretario del rey. Todos ellos fueron vestidos con ropa áspera para mostrar su tristeza,
3 y le dijeron al profeta:—El rey Ezequías dice que hoy es un día de luto, de castigo y de vergüenza. Ya hemos perdido las fuerzas; estamos completamente desanimados.
4 Ojalá que Dios haya escuchado los insultos que el oficial de Senaquerib lanzó en contra del Dios de Israel, y que lo castigue. Pídele a Dios que ayude a los israelitas que aún quedan con vida.
5-6 Isaías les respondió:—Denle al rey este mensaje de parte de Dios: “No tengas miedo de los insultos de ese soldado.
7 Yo haré que el rey Senaquerib reciba una mala noticia que lo obligue a regresar a su país, y allí lo matarán”.
8 El oficial asirio se enteró de que Senaquerib, su rey, se había ido de la ciudad de Laquis. Entonces se fue de Jerusalén y encontró a Senaquerib luchando contra Libná.
9 Allí Senaquerib supo que el rey Tirhaca de Etiopía había salido a luchar contra él. Entonces le mandó de nuevo un mensaje a Ezequías: