39 Uno de los profetas, que había ido al campo para juntar hierbas, encontró un arbusto silvestre, cuyos frutos eran como calabazas. Llenó su capa con ellas, y cuando llegó a la casa las cortó y las puso en el guiso sin saber qué eran.
40 Después sirvieron el guiso a los profetas para que lo comieran. Mientras comían, ellos gritaron: «¡Eliseo, hombre de Dios, el guiso está envenenado!»No pudieron comerlo,
41 pero Eliseo dijo: «¡Traigan harina!»Ellos se la llevaron, y Eliseo la echó en la olla, y ordenó: «Sírvanles de comer».Esta vez todos comieron y no les hizo daño.
42 Después llegó un hombre que venía de Baal-salisá, trayéndole a Eliseo veinte panes de cebada, hechos con harina de la primera cosecha, y además le llevó trigo fresco en una bolsa. Eliseo le dijo a su sirviente:—Dale a los profetas para que coman.
43 Pero su sirviente dijo:—¿Cómo hago para repartir esto entre cien personas?Eliseo le repitió:—Dáselos para que coman, porque Dios ha dicho: “Ellos van a comer, y aun sobrará”.
44 Así que el sirviente les dio de comer, y tal como Dios había dicho, sobró comida.