12 Pero cuando Dios vea lo mucho que estoy sufriendo, tal vez me envíe bendiciones y no maldiciones».
13 David y su gente siguieron caminando, pero desde el otro lado del cerro, Simí lo seguía maldiciendo, arrojándole piedras y levantando polvo.
14 Cuando David y toda su gente llegaron al río Jordán, se quedaron a descansar allí, pues estaban muy cansados.
15 Mientras tanto, Absalón y Ahitófel, y sus muchos seguidores entraron en Jerusalén.
16 Husai el arquita, que era amigo de David, se acercó a Absalón y gritó: «¡Viva el rey! ¡Viva el rey!»
17 Absalón le reclamó:—¿Qué clase de amigo eres, que no te fuiste con tu amigo David?
18 Husai le contestó:—Yo estoy para servir a quien todos los israelitas elijan como su rey, y el elegido es usted. Así que yo me quedo aquí.