2 Entonces dije: «¡Qué felices son los que han muerto, y que lástima dan los que aún viven!»
3 Aunque, en realidad, son más felices los que no han nacido, pues todavía no han visto la maldad que hay en este mundo.
4 También vi que todos trabajan y buscan progresar sólo para tener más que los otros. Pero tampoco esto tiene sentido, porque es como querer atrapar el viento.
5 Es verdad que, «el tonto no quiere trabajar y por eso acaba muriéndose de hambre»;
6 pero «más vale una hora de descanso que dos horas de trabajo», pues el mucho trabajo no sirve de nada.
7 Miré hacia otro lado, y vi que en esta vida hay algo más que no tiene sentido.
8 Me refiero al hombre solitario, que no tiene hijos ni hermanos: todo el tiempo se lo pasa trabajando, y nunca está satisfecho; siempre quiere tener más. Ese hombre jamás se pone a pensar si vale la pena tanto trabajar y nunca gozar de la vida. ¡No tiene sentido esforzarse tanto!