1-2 Cuando Jabín, el rey de Hasor, se enteró de las victorias de Israel, envió un mensaje a los reyes vecinos pidiéndoles que se unieran con él para pelear contra los israelitas. Envió este mensaje al rey Jobab de Madón, a los reyes de Simrón y Acsaf, a los reyes de la región montañosa del norte, a los del valle del Jordán que está al sur del Lago de Galilea, a los de la llanura, y a los de la zona de Dor, hacia el oeste.
3 También envió este mensaje a los cananeos de ambos lados del Jordán, a los amorreos, a los hititas, a los ferezeos, a los jebuseos de las montañas, y a los heveos que vivían al pie del monte Hermón, en la región de Mispá.
4 Y vinieron esos reyes con todos sus soldados, caballos y carros de guerra. Eran tantos como la arena del mar, pues no se podían contar.
5 Todos estos reyes se reunieron cerca del arroyo de Merom, y acamparon allí, dispuestos a pelear contra los israelitas.
6 Dios le dijo a Josué: «No les tengas miedo, porque mañana a esta hora ya los habré matado a todos delante de Israel. Pero ustedes, por su parte, tendrán que dejar inútiles a los caballos y prenderles fuego a los carros de guerra».
7 Josué, con todo su ejército, los atacó por sorpresa cerca del arroyo de Merom,
8 y Dios les dio la victoria a los israelitas. Ellos atacaron y persiguieron a sus enemigos hacia el norte, hasta la gran ciudad de Sidón y hasta Misrefot-maim, y al este hasta el valle de Mispá. Los guerreros de Josué siguieron peleando hasta no dejar a nadie con vida.