32 Jefté cruzó el río para atacar a los amonitas, y Dios le dio la victoria sobre ellos.
33 Mató a muchos enemigos y conquistó veinte ciudades, desde Aroer hasta la zona de Minit, llegando hasta Abel-queramim. Así los israelitas dominaron a los amonitas.
34 Cuando Jefté regresó a su casa en Mispá, su única hija salió a recibirlo, bailando y tocando panderetas. Aparte de ella Jefté no tenía otros hijos,
35 así que se llenó de tristeza al verla, y rompió sus ropas como señal de su desesperación. Le dijo:—¡Ay, hija mía! ¡Qué tristeza me da verte! Y eres tú quien me causa este gran dolor, porque le hice una promesa a Dios y tengo que cumplírsela.
36 Ella le respondió:—Padre, si le prometiste algo a Dios, cumple conmigo tu promesa, ya que él te ha dado la victoria sobre tus enemigos, los amonitas.
37 Pero una cosa te pido, padre mío: Déjame ir dos meses a las montañas, con mis amigas. Tengo mucha tristeza por tener que morir sin haberme casado; necesito llorar.
38 Su padre le dio permiso de hacerlo, y ella se fue a las montañas con sus amigas. Allí lloró y lamentó el haberse quedado soltera.