1-2 El día diez del mes, que es el día de año nuevo, el Señor puso su mano sobre mí, y en una visión me trasladó a la tierra de Israel. Ya iban a cumplirse veinticinco años desde que fuimos llevados a Babilonia y catorce desde la caída de Jerusalén.En tierra de Israel, el Señor me puso sobre un monte muy alto; y desde allí vi, hacia el sur, un grupo de edificios que parecía una ciudad.
3 El Señor me llevó allá, y vi un hombre que parecía de bronce. Estaba de pie a la puerta y tenía en la mano una cinta de lino y una regla para medir.
4 Aquel hombre me dijo: “Mira bien y escucha con cuidado; presta mucha atención a todo cuanto voy a mostrarte, pues Dios te ha traído aquí para que yo te lo muestre. Luego comunica al pueblo de Israel todo lo que veas.”
5 Fuera del templo había una muralla que lo rodeaba. La regla que el hombre tenía en la mano medía tres metros. Entonces midió el muro, que era de tres metros de ancho por tres de alto.