4 Después que Micaías devolvió el dinero a su madre, ella entregó a un platero doscientas monedas de plata para que le hiciera un ídolo tallado y recubierto de plata, que luego puso en casa de Micaías.
5 Micaías tenía un lugar de culto en su casa. Se hizo un efod y dioses familiares, y nombró sacerdote a uno de sus hijos.
6 Como en aquella época aún no había rey en Israel, cada cual hacía lo que mejor le parecía.
7 Había en el pueblo de Belén un joven forastero de la tribu de Judá, que era levita.
8 Este joven salió de Belén en busca de otro lugar donde vivir, y andando por los montes de Efraín llegó a casa de Micaías.
9 –¿De dónde vienes? –le preguntó Micaías.–Vengo de Belén –contestó el joven–. Soy levita y ando buscando dónde vivir.
10 –Pues quédate aquí conmigo –le propuso Micaías–, para que seas mi sacerdote y como mi propio padre. Yo te pagaré diez monedas de plata al año, además de ropa y comida.