22 Abimélec dominó a los israelitas durante tres años,
23 pero Dios interpuso un espíritu maligno entre Abimélec y los de Siquem, para que estos se rebelaran contra él,
24 y que así pagara Abimélec el sangriento asesinato de los setenta hijos de Jerubaal, y que pagaran también los de Siquem por haberle ayudado.
25 Los de Siquem tenían en los montes gente que se escondía y asaltaba a todos los que pasaban por el camino cercano. Y Abimélec se enteró de esto.
26 Un día, Gáal, el hijo de Ébed, pasó con sus hermanos por Siquem, y se ganó la confianza de los de aquella ciudad,
27 los cuales salieron al campo a vendimiar, e hicieron vino y celebraron una gran fiesta, comiendo y bebiendo en el templo de sus dioses y maldiciendo a Abimélec.
28 Y Gáal decía: “¿Quién se cree ser este Abimélec? No es más que un hijo de Jerubaal, y Zebul es su ayudante. Y nosotros, los de Siquem, ¿quiénes somos para andar como esclavos delante de ellos? Seamos esclavos de Hamor, el fundador de Siquem, pero no de Abimélec.