2 Vivía allí un centurión romano, cuyo criado, al que quería mucho, se encontraba a punto de morir.
3 Habiendo oído hablar de Jesús, el centurión envió a unos ancianos de los judíos a rogarle que fuera a sanar a su criado.
4 Ellos se presentaron a Jesús y le rogaron mucho, diciendo:–Este centurión merece que le ayudes,
5 porque ama a nuestra nación. Él mismo hizo construir nuestra sinagoga.
6 Jesús fue con ellos, pero cuando ya estaban cerca de la casa el centurión le envió unos amigos a decirle:–Señor, no te molestes, porque yo no merezco que entres en mi casa.
7 Por eso, ni siquiera me atreví a ir en persona a buscarte. Solamente da la orden y mi criado se curará.
8 Porque yo mismo estoy bajo órdenes superiores, y a la vez tengo soldados bajo mi mando. Cuando a uno de ellos le digo que vaya, va; cuando a otro le digo que venga, viene; y cuando ordeno a mi criado que haga algo, lo hace.