35 Pero la sabiduría de Dios se demuestra por todos sus resultados.”
36 Un fariseo invitó a Jesús a comer, y Jesús fue a su casa. Estaba sentado a la mesa,
37 cuando una mujer de mala fama que vivía en el mismo pueblo y que supo que Jesús había ido a comer a casa del fariseo, llegó con un frasco de alabastro lleno de perfume.
38 Llorando, se puso junto a los pies de Jesús y comenzó a bañarlos con sus lágrimas. Luego los secó con sus cabellos, los besó y derramó sobre ellos el perfume.
39 Al ver esto, el fariseo que había invitado a Jesús pensó: “Si este hombre fuera verdaderamente un profeta se daría cuenta de quién y qué clase de mujer es esta pecadora que le está tocando.”
40 Entonces Jesús dijo al fariseo:–Simón, tengo algo que decirte.–Dímelo, Maestro –contestó el fariseo.
41 Jesús siguió:–Dos hombres debían dinero a un prestamista. Uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta: