8 Los israelitas lloraron a Moisés durante treinta días en el desierto de Moab, cumpliendo así los días de llanto y luto por su muerte.
9 Y Josué, hijo de Nun, recibió de Moisés sabiduría, pues Moisés puso sus manos sobre él; así que los israelitas le obedecieron e hicieron como el Señor había ordenado a Moisés.
10 Sin embargo, nunca más hubo en Israel otro profeta como Moisés, con quien el Señor hablara cara a cara,
11 o que hiciera todos los prodigios y maravillas que el Señor le mandó hacer en Egipto contra el faraón, sus funcionarios y todo su país,
12 o que le igualara en poder y en los hechos grandes e importantes que hizo a la vista de todo Israel.