1 El Señor se dirigió a mí, y me dijo:
2 «Tú, hombre, vas a dictar la sentencia contra la ciudad criminal. La acusarás de todas las cosas detestables que ha hecho,
3 y le dirás: “Esto dice el Señor: Ciudad que matas a tus habitantes y fabricas ídolos para contaminarte, ¡ya te va a llegar tu hora!
4 Con los asesinatos que has cometido te has hecho culpable, y con los ídolos que has fabricado te has contaminado; has hecho que tu hora se acerque y que haya llegado el fin de tus días. Así pues, yo voy a hacer que los pueblos te insulten, que todas las naciones se burlen de ti.
5 Los de cerca y los de lejos se burlarán de ti, ciudad famosa por tu idolatría y tu gran desorden.
6 Allí están los gobernantes de Israel, que viven en medio de ti y cometen todos los crímenes que pueden.
7 Tus habitantes no honran a su padre ni a su madre, maltratan a los extranjeros, explotan a los huérfanos y a las viudas.
8 No respetan mis lugares sagrados ni mis sábados.
9 Por causa de sus mentiras, algunos de tus habitantes son los culpables de que otros mueran; asisten a los banquetes que se celebran en los montes en honor de los ídolos, y hacen cosas detestables.
10 Algunos tienen relaciones sexuales con la esposa de su padre, o abusan de la mujer que está en su período de menstruación.
11 Hay quienes cometen adulterio con la mujer de su prójimo, o tienen relaciones vergonzosas con su nuera, o hacen violencia a una media hermana.
12 Algunos de tus habitantes se dejan comprar para matar a otros. Prestan dinero a usura e interés, explotan y hacen violencia a su prójimo, y se olvidan de mí. Yo, el Señor, lo afirmo.
13 »”Yo estoy muy enojado por tus explotaciones y asesinatos.
14 No pienses que vas a poder hacerme frente cuando yo tome medidas contra ti. Yo, el Señor, lo he dicho y lo voy a cumplir:
15 te esparciré por todas las naciones, te dispersaré por todos los países y te limpiaré totalmente de tu impureza;
16 me harás quedar mal a los ojos de las demás naciones, pero reconocerás que yo soy el Señor.”»
17 El Señor se dirigió a mí, y me dijo:
18 «El pueblo de Israel es para mí como el resto inservible que queda cuando se echa cobre, estaño, hierro, plomo o plata en el horno.
19 Por eso yo, el Señor, digo: Como todos ustedes se han convertido en un resto inservible, los voy a reunir en medio de Jerusalén.
20 Así como la plata, el cobre, el hierro, el plomo y el estaño se echan juntos en un horno, y se atiza el fuego para fundirlos, así yo, en mi ira terrible, los voy a reunir a ustedes y los pondré a fundir.
21 Sí, voy a atizar el fuego de mi ira, y los reuniré a ustedes para fundirlos en medio de la ciudad.
22 Así como se funde la plata en el horno, así serán fundidos ustedes en medio de la ciudad, y así reconocerán que yo, el Señor, he descargado mi ira contra ustedes.»
23 El Señor se dirigió a mí, y me dijo:
24 «Tú, hombre, dile a Israel: “Eres un país castigado con falta de lluvias y de agua,
25 un país con gobernantes como leones, que rugen y despedazan su presa; que en su territorio devoran a la gente, le roban sus tesoros y riquezas y dejan viudas a muchas mujeres.
26 Los sacerdotes de este país tuercen el sentido de mis enseñanzas y profanan las cosas que yo considero sagradas; no hacen ninguna distinción entre lo sagrado y lo profano, ni enseñan a otros a distinguir entre lo puro y lo impuro. No ponen atención a mis sábados, ni me honran.
27 Los jefes de este país son como lobos que despedazan su presa, listos a derramar sangre y a matar gente con tal de enriquecerse.
28 Los profetas ocultan la verdad, como quien blanquea una pared; dicen tener visiones, y anuncian cosas que resultan falsas. Aseguran que hablan en mi nombre, cuando en realidad yo no he hablado.
29 La gente del pueblo se dedica a la violencia y al robo; explotan al pobre y al necesitado, y cometen violencias e injusticias con los extranjeros.
30 Yo he buscado entre esa gente a alguien que haga algo en favor del país y que interceda ante mí para que yo no los destruya, pero no lo he encontrado.
31 Por eso he descargado mi castigo sobre ellos y los he destruido con el fuego de mi ira, para hacerlos responder por su conducta. Yo, el Señor, lo afirmo.”»