8 Terminadas las dos semanas de las fiestas de bodas que Ragüel se había comprometido a celebrar en honor de su hija, Tobías fue y le dijo a Ragüel:—Déjame ir. Yo sé que mi padre y mi madre creen que ya no volverán a verme. Padre, te ruego que me dejes ir a casa de mi padre. Ya te conté cómo lo dejé.
9 Ragüel le contestó:—Quédate, hijo, quédate conmigo. Yo enviaré a tu padre Tobit unos mensajeros que le lleven noticias de ti.Pero Tobías respondió:—De ninguna manera. Te ruego que me dejes volver a casa de mi padre.
10 Entonces Ragüel le entregó a Sara, su esposa, y le dio la mitad de todo lo que tenía: criados y criadas, bueyes y ovejas, asnos y camellos, ropa, plata y utensilios.
11 Luego los dejó ir tranquilos. A Tobías lo despidió diciéndole:—¡Que te vaya bien, hijo! ¡Vete en paz! Que el Señor del cielo les conceda un feliz viaje a ti y a Sara tu esposa. ¡Ojalá pueda yo, antes de morir, ver a sus hijos!
12 Y a su hija Sara le dijo:—Vete en paz a casa de tu suegro. De ahora en adelante ellos serán tus padres, como nosotros que te dimos la vida. Vete en paz, hija mía, y que mientras viva, tenga yo solamente buenas noticias de ti.Y despidiéndose de ellos los dejó ir.
13 Edna, por su parte, dijo a Tobías:—Hijo y pariente querido, que el Señor te ayude a volver a tu casa, y que yo pueda vivir para ver los hijos de ustedes dos, antes de morirme. Delante del Señor confío y encomiendo mi hija a tu cuidado. Jamás le seas motivo de tristeza. ¡Adiós, hijo! De ahora en adelante yo soy tu madre y Sara es tu esposa querida. Que todos nosotros vivamos igualmente felices todos los días de nuestra vida.Luego los besó a ambos y los dejó ir en paz.
14 Tobías se fue de la casa de Ragüel feliz y contento y alabando al Señor del cielo y de la tierra, el Rey del universo, porque le había concedido un viaje tan bueno. Pidió a Dios que bendijera a Ragüel y a Edna, y dijo:—¡Ojalá tenga yo la dicha de honrarlos todos los días de su vida!