1 Todo sumo sacerdote es escogido entre los hombres, designado para representarlos delante de Dios y para presentar ofrendas y sacrificios por los pecados.
2 Y como el sacerdote está sujeto a las debilidades humanas, puede tener compasión de los ignorantes y extraviados;
3 y a causa de su propia debilidad tiene que ofrecer sacrificios por sus pecados tanto como por los pecados del pueblo.
4 Nadie puede tomar este honor para sí mismo; es Dios quien llama y da el honor, como en el caso de Aarón.
5 De la misma manera, Cristo no se designó sumo sacerdote a sí mismo, sino que Dios le dio ese honor cuando le dijo:“Tú eres mi hijo,yo te he engendrado hoy.”
6 Y también le dijo en otra parte de las Escrituras:“Tú eres sacerdote para siempre,de la misma clase que Melquisedec.”
7 Cristo, mientras vivía en este mundo, con voz fuerte y muchas lágrimas oró y suplicó a Dios, que tenía poder para librarle de la muerte; y por su obediencia, Dios le escuchó.