25 Y cuando ya Juan se iba acercando al fin de su vida, decía: ‘Yo no soy el que vosotros pensáis, pero después de mí viene uno de quien ni siquiera soy digno de desatar las sandalias de los pies.’
26 “Hermanos descendientes de Abraham, y vosotros, los extranjeros que tenéis temor de Dios: este mensaje de salvación es para vosotros.
27 Pues los habitantes de Jerusalén y sus jefes no sabían quién era Jesús ni entendían las palabras de los profetas que se leen en las sinagogas todos los sábados. Así, ellos mismos, al condenar a Jesús, cumplieron esas profecías.
28 Y aunque no encontraron en él motivo alguno para darle muerte, pidieron a Pilato que ordenara matarlo.
29 Luego, cuando ya habían hecho todo lo que se decía de él en las Escrituras, lo bajaron de la cruz y lo enterraron.
30 Pero Dios lo resucitó,
31 y durante muchos días se apareció Jesús a los que le habían acompañado en su viaje de Galilea a Jerusalén. Ahora son ellos quienes hablan de Jesús a la gente.