9 Felipe tenía cuatro hijas solteras que eran profetisas.
10 Hacía varios días que estábamos allí, cuando vino de Judea un profeta llamado Agabo.
11 Este vino a vernos, tomó el cinturón de Pablo, se ató con él las manos y los pies y dijo:–El Espíritu Santo dice que en Jerusalén los judíos atarán así al dueño de este cinturón, y le entregarán en manos de los extranjeros.
12 Al oir esto, nosotros y los de Cesarea rogamos a Pablo que no fuera a Jerusalén;
13 pero Pablo contestó:–¿Por qué lloráis y me entristecéis? Estoy dispuesto, no solamente a ser atado, sino también a morir en Jerusalén por causa del Señor Jesús.
14 Como no pudimos convencerle, le dejamos, diciendo:–Que se haga la voluntad del Señor.
15 Después de esto nos preparamos y nos fuimos a Jerusalén.