20 sino que primero anuncié el mensaje a los que estaban en Damasco, luego a los de Jerusalén y a los de toda la región de Judea, y también a los no judíos, invitándolos a convertirse y volverse a Dios y a hacer obras que demuestren esa conversión.
21 Por este motivo, los judíos me apresaron en el templo y quisieron matarme.
22 Pero con la ayuda de Dios sigo firme hasta ahora, hablando de Dios a todos, pequeños y grandes. Nunca les digo nada fuera de lo que los profetas y Moisés dijeron que había de suceder:
23 que el Mesías tenía que morir, pero que sería el primero en resucitar de la muerte y que anunciaría la luz de la salvación tanto a nuestro pueblo como a las demás naciones.
24 Al decir Pablo estas cosas en su propia defensa, Festo gritó:–¡Estás loco, Pablo! ¡De tanto estudiar te has vuelto loco!
25 Pablo contestó:–No estoy loco, excelentísimo Festo. Al contrario, lo que digo es razonable y es la verdad.
26 Ahí está el rey Agripa, que conoce bien estas cosas, y por eso hablo con tanta libertad delante de él. Porque estoy seguro de que también él sabe todo esto, ya que no se trata de cosas sucedidas en cualquier rincón escondido.