26 Sin duda, seremos arrojados a alguna isla.
27 Una noche, cuando al cabo de dos semanas de viaje navegábamos por el mar Adriático llevados de un lado a otro por el viento, a eso de la media noche se dieron cuenta los marineros de que estábamos acercándonos a tierra.
28 Midieron la profundidad del agua y hallaron que era de treinta y seis metros; un poco más adelante la volvieron a medir y hallaron veintisiete metros.
29 Ante el temor de chocar contra las rocas, echaron cuatro anclas por la parte de popa, mientras pedían a Dios que amaneciera.
30 Los marineros, pensando en huir del barco, comenzaron a arriar el bote salvavidas mientras aparentaban echar las anclas de la parte de proa.
31 Pero Pablo avisó al centurión y a los soldados, diciendo:–Si estos no se quedan en el barco, no podréis salvaros.
32 Entonces los soldados cortaron las amarras del bote salvavidas y lo dejaron caer al agua.