15 Los hermanos de Roma ya tenían noticias acerca de nosotros, por lo cual salieron a nuestro encuentro hasta el Foro de Apio y al lugar llamado “Las tres tabernas”. Al verlos, Pablo dio gracias a Dios y se sintió animado.
16 Cuando llegamos a Roma, permitieron a Pablo vivir en una casa particular, vigilado solamente por un soldado.
17 Tres días después de su llegada, Pablo mandó llamar a los principales judíos de Roma, y una vez reunidos les dijo:–Hermanos, yo no he hecho nada contra los judíos ni contra las costumbres de nuestros antepasados. Sin embargo, en Jerusalén fui entregado a los romanos.
18 Estos, después de interrogarme, quisieron soltarme porque no encontraban ninguna razón para condenarme a muerte.
19 Pero como los judíos se oponían, me vi obligado a pedir que me juzgase el césar, aunque no tengo nada de qué acusar a los de mi nación.
20 Por esto, pues, os he llamado: para veros y hablaros, porque precisamente por la esperanza que tenemos nosotros los israelitas es por lo que me encuentro aquí encadenado.
21 Ellos le contestaron:–Nosotros no hemos recibido ninguna carta de Judea acerca de ti, ni ninguno de los hermanos judíos que han llegado de allá nos ha dicho nada malo en contra tuya.