23 diciendo:–Hemos encontrado la cárcel perfectamente cerrada y a los soldados vigilando ante las puertas; pero, al abrir, no encontramos a nadie dentro.
24 Oyendo estas palabras, el jefe de la guardia del templo y los principales sacerdotes se preguntaban en qué pararía aquel asunto.
25 En el mismo momento llegó uno que les dijo:–Los que vosotros metisteis en la cárcel están en el templo enseñando al pueblo.
26 El jefe de la guardia, junto con los guardias, fue a buscarlos; pero no los maltrataron, porque tenían miedo de ser apedreados por la gente.
27 Al llegar, los llevaron ante la Junta Suprema, y el sumo sacerdote les dijo:
28 –Os habíamos prohibido terminantemente enseñar nada relacionado con ese hombre. Y vosotros, ¿qué habéis hecho? ¡Habéis llenado toda Jerusalén con vuestras enseñanzas, y encima queréis echarnos la culpa de la muerte de ese hombre!
29 Pedro y los demás apóstoles contestaron:–Es nuestro deber obedecer a Dios antes que a los hombres.