32 Si Dios no nos negó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó a la muerte por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos también, junto con su Hijo, todas las cosas?
33 ¿Quién podrá acusar a los que Dios ha escogido? ¡Dios es quien los hace justos!
34 ¿Quién podrá condenarlos? Cristo Jesús es el que murió; más aún, el que resucitó, y además está a la derecha de Dios rogando por nosotros.
35 ¿Quién podrá separarnos del amor de Cristo? ¿El sufrimiento, la angustia, la persecución, el hambre, la desnudez, el peligro, la muerte violenta...?
36 Como dice la Escritura:“Por causa tuya estamos siempre expuestos a la muerte;nos tratan como a ovejas llevadas al matadero.”
37 Pero en todo esto salimos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.
38 Estoy convencido de que nada podrá separarnos del amor de Dios: ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los poderes y fuerzas espirituales, ni lo presente ni lo futuro,