1 El Señor se dirigió a Moisés y le dijo:
2 — Ordena a Eleazar, hijo del sacerdote Aarón, que retire los incensarios de en medio de la hoguera, pues están consagrados, y que esparza el fuego a cierta distancia.
3 Y conviertan esos incensarios —los de esos hombres cuyo pecado les costó la vida— en láminas para cubrir al altar; porque una vez que fueron utilizados para presentar ofrendas al Señor, han quedado consagrados, y servirán como advertencia al pueblo de Israel.
4 El sacerdote Eleazar tomó los incensarios de bronce que habían sido presentados como ofrenda por aquellos que murieron devorados por el fuego y los hizo convertir en láminas para cubrir el altar*,
5 tal como el Señor lo había ordenado por medio de Moisés. Esto serviría para recordar a los israelitas que ningún profano, ajeno a la estirpe de Aarón, puede ofrecer incienso ante el Señor, si no quiere que le suceda lo que a Coré y a sus secuaces.
6 Al día siguiente, la comunidad israelita en pleno volvió a protestar contra Moisés y Aarón, diciendo:— ¡Son ustedes los que están haciendo perecer al pueblo del Señor!
7 Así que, como la comunidad estaba a punto de amotinarse contra ellos, Moisés y Aarón dirigieron su mirada hacia la Tienda del encuentro que había quedado cubierta por la nube, manifestándose de este modo la gloria del Señor.
8 Se acercaron entonces Moisés y Aarón a la Tienda del encuentro,
9 y el Señor dijo a Moisés:
10 — ¡Apártense de esa comunidad pues la voy a aniquilar en este mismo instante! Pero ellos se postraron sobre sus rostros
11 y Moisés dijo a Aarón:— Toma el incensario y pon en él fuego del altar; echa incienso en él, llévalo sin demora adonde está la comunidad, y haz expiación por ellos. Porque la ira ha salido de la presencia del Señor y la plaga ha comenzado.
12 Entonces Aarón tomó el incensario, tal como Moisés le había dicho, y corrió hacia el medio de la comunidad, cuando la plaga había irrumpido ya entre el pueblo. Así que Aarón echó el incienso, hizo expiación por el pueblo
13 y se interpuso entre los muertos y los vivos hasta que cesó la plaga.
14 Los que murieron víctimas de aquella plaga fueron catorce mil setecientos, sin contar los muertos en la rebelión de Coré.
15 Una vez que la plaga cesó, Aarón regresó a la Tienda del encuentro donde estaba Moisés.
16 El Señor se dirigió a Moisés y le dijo:
17 — Habla con los israelitas y diles que te traigan una vara por cada tribu, es decir, una por cada jefe de casa patriarcal, doce en total. Escribe el nombre de cada uno en su vara,
18 pues habrá una vara por cada jefe de casa patriarcal. Y escribirás el nombre de Aarón en la vara de Leví.
19 Deposítalas en la Tienda del encuentro ante el Arca del testimonio, donde yo me manifiesto a ustedes.
20 La vara de aquel a quien yo elija, esa florecerá. Así acabaré con las protestas de los israelitas contra ustedes.
21 Habló, pues, Moisés con los israelitas y los jefes de familia y le trajeron una vara por cada tribu, una por cada jefe de casa patriarcal. Y la vara de Aarón estaba entre ellas.
22 Depositó Moisés las varas ante el Señor en la Tienda del testimonio
23 y sucedió que cuando al día siguiente Moisés fue a la Tienda del testimonio, la vara de Aarón —perteneciente a la tribu de Leví— había retoñado, hasta el punto de echar brotes, salir flores y producir almendras.
24 Seguidamente Moisés retiró todas las varas de la presencia del Señor y se las mostró a los israelitas que las examinaron, tomando cada uno la suya.
25 Y dijo el Señor a Moisés:— Pon de nuevo la vara de Aarón ante el Arca del testimonio, con el fin de que permanezca como advertencia para los rebeldes, de modo que dejen de protestar contra mí y así no tengan que morir.
26 Moisés lo hizo tal y como el Señor se lo había ordenado.
27 Pero los israelitas dijeron a Moisés:— ¡Estamos perdidos! ¡Todos vamos a morir sin remedio!
28 Todo el que se aproxime a la Morada del Señor morirá inexorablemente. ¿Es que todos vamos a morir?