7 Lo entregaba todo a los sacerdotes, descendientes de Aarón, para ofrecer sacrificios sobre el altar. Y el diezmo del trigo, del vino, del aceite, de las granadas, de los higos y de otros frutos, se lo daba a los levitas que cumplían su servicio en Jerusalén. Cada seis años cambiaba este segundo diezmo por dinero, que luego gastaba cada año en Jerusalén.
8 Un tercer diezmo lo repartía entre los huérfanos, las viudas y los prosélitos que se habían unido al pueblo de Israel. Se lo entregaba cada tres años, y lo comíamos de acuerdo con lo prescrito por la ley de Moisés y siguiendo las instrucciones de Débora, madre de mi abuelo Ananiel —mi padre ya había muerto, dejándome huérfano—.
9 Cuando fui mayor, tomé por esposa a una mujer llamada Ana*, perteneciente a nuestra propia familia. De ella tuve un hijo, a quien puse por nombre Tobías.
10 Después de esto me deportaron a Asiria y, cautivo como estaba, llegué a Nínive. Por aquel tiempo, todos mis hermanos y mis compatriotas comían los mismos alimentos que los paganos,
11 pero yo me guardé en extremo de comer tales viandas.
12 En todo cuanto hacía, siempre tenía presente a mi Dios.
13 Por eso, el Altísimo hizo que me ganara el favor de Salmanasar, de modo que me convertí en el encargado de sus aprovisionamientos.