11 Dejó que se fueran en paz y se despidió de Tobías diciéndole:— Salud, hijo mío. Que el Señor del cielo les dé un feliz viaje a ti y a tu esposa Sara; y que yo, antes de morir, pueda ver a sus hijos.
12 Después, dirigiéndose a Sara, su hija, añadió:— Ve a casa de tu suegro; a partir de ahora ellos son tus padres, como lo somos nosotros que te engendramos. Vete en paz, hija mía, y que mientras yo viva no deje de oír buenas noticias tuyas.Despidiéndose así de ellos, los dejó marchar.
13 Edna, a su vez, le dijo a Tobías:— Querido hijo, permita el Señor que vuelvas acá y que, antes de morir, pueda ver yo los hijos tuyos y de mi hija Sara. Delante del Señor te la confío. Cuida de ella y no le causes tristeza en todos los días de tu vida. Ve en paz, hijo mío. Desde ahora yo soy tu madre y Sara es tu hermana. ¡Ojalá podamos ser felices a lo largo de toda nuestra vida!Luego besó a los dos y los dejó partir llenos de felicidad.
14 Tobías emprendió, pues, la marcha de casa de Ragüel con salud y alegría, y bendiciendo al Señor del cielo y de la tierra, al Rey del universo, que le había dado tan feliz resultado en su viaje.Ragüel le había dicho:— ¡Quiera el Señor que puedas honrar a tus padres todos los días de tu vida!