20 Es como alimentarse de cenizas. Su mente trastornada lo ha llevado a desviarse. No se puede salvar a sí mismo, ni dirá: «Lo que tengo en mi mano es un fraude».
21 «Recuerda todo esto, Jacob, porque tú eres mi siervo, Israel. Yo te hice, tú eres mi siervo. Israel, nunca te echaré al olvido.
22 Como se disipa una nube, yo he disipado tus maldades, y tus pecados como la neblina. Vuelve a mí, porque yo te salvé».
23 Canten, cielos, por lo que ha hecho el SEÑOR. Griten, partes más profundas de la tierra. Lancen gritos de alegría, montañas, el bosque y cada árbol que hay en él. Porque el SEÑOR ha salvado a Jacob y muestra su gloria a través de Israel.
24 Esto es lo que dice el SEÑOR, tu Salvador, el que te formó en el vientre: «Yo soy el SEÑOR, el Creador de todo, el que extendió los cielos él solo, el que expandió la tierra sin ayuda de nadie.
25 Yo soy el que frustra las predicciones de los profetas falsos, y quien hace quedar en ridículo a los adivinos. Yo confundo a los sabios y convierto su conocimiento en estupidez.
26 Yo confirmo la validez de la palabra de mi siervo y hago que se cumplan los planes de mis mensajeros. Yo soy el que dice de Jerusalén: “Volverá a ser habitada, la gente volverá a vivir allí”. Y acerca de las ciudades de Judá: “Serán reconstruidas” y de sus ruinas: “Las voy a restaurar”.