4 Pero yo pensé: «En vano he trabajado duro; para nada me entregué totalmente, sin provecho alguno. Pero con toda seguridad mi causa está en manos del SEÑOR y él decidió darme mi recompensa».
5 El SEÑOR ha hablado. Él me hizo desde el vientre para que fuera su siervo, para convencer a Jacob que vuelva a él y para que Israel se una a él. El SEÑOR me da honor, y mi Dios será quien me dé fuerzas.
6 Él dice: «No es suficiente hacer que tú seas mi siervo para restaurar el poder de las tribus de Jacob y traer de regreso a los sobrevivientes de Israel. También te haré luz de las naciones, para que hagas llegar mi salvación a los lugares más remotos de la tierra».
7 El SEÑOR, el Salvador de Israel, el Santo Dios, le dice a quien ha sido completamente despreciado, al que las otras naciones odian, al esclavo de gobernantes: «Reyes y príncipes se pondrán de pie al verte y se inclinarán. Porque se puede confiar en el SEÑOR; el Santo Dios de Israel te eligió».
8 El SEÑOR dice esto: «En el momento que yo te mostré mi bondad, respondí a tus oraciones. El día de salvación, te ayudé. Te protegí y te designé como mediador de un pacto con la humanidad, para reconstruir el país y devolver las tierras arrasadas.
9 Dirás a los prisioneros: “Quedan en libertad”, y a los que están en tinieblas: “Salgan”. Se alimentarán por los caminos y en todo monte árido, encontrarán pastos.
10 No tendrán hambre ni sed. Ni les hará daño el sol ni el viento caliente del desierto. El Dios que alivia los conducirá y los guiará a manantiales de agua.