10 ¿No fuiste tú quien secó el mar, las aguas del gran océano? ¿No fuiste tú quien hizo un camino en el fondo del mar para que lo atravesara el pueblo que salvaste?
11 Así fue que el pueblo salvado por el SEÑOR regresó y llegó a Sion con gritos de alegría. Su felicidad será siempre como una corona en su cabeza. Tendrán gozo y alegría. La tristeza y el dolor desaparecerán.
12 «Yo soy quien te consuela. ¿A quién temes, Jerusalén? ¿A un simple mortal? ¿A un ser humano que es como la hierba?
13 ¿Es que te has olvidado del SEÑOR, tu creador, que extendió los cielos y estableció la tierra? ¿Vas a estar temeroso todo el tiempo debido a la furia de tus opresores que están decididos a destruirte? ¿Dónde está esa furia de tus opresores?
14 »Los que están prisioneros serán liberados y no morirán en los calabozos. Tendrán alimento en abundancia.
15 Yo soy el SEÑOR tu Dios, el que agita el mar para que rujan las olas. YAVÉ Todopoderoso es mi nombre.
16 Yo puse mis palabras en tu boca y te he escondido en la sombra de mi mano. Extendí los cielos, eché los cimientos de la tierra y le dije a Sion: “Tú eres mi pueblo”».