16 Yo puse mis palabras en tu boca y te he escondido en la sombra de mi mano. Extendí los cielos, eché los cimientos de la tierra y le dije a Sion: “Tú eres mi pueblo”».
17 ¡Despierta! ¡Despierta! ¡Levántate, Jerusalén! El SEÑOR estaba muy enojado contigo y te castigó. Era una copa que tenías que beber. La has bebido hasta la última gota, hasta emborracharte.
18 De todos los hijos que tuviste, no hay ni uno que te guíe; de todos los que criaste, no hay ni uno que te lleve de la mano.
19 Dos calamidades cayeron sobre ti: Ruina y destrucción, hambre y muerte. ¿Quién hará duelo por ti? ¿Quién te consolará?
20 Tus hijos están débiles, están tirados en las esquinas de las calles, como antílope en una red. Están llenos de la ira del SEÑOR, de la amenaza de tu Dios.
21 Por lo tanto, escuchen esto, los que están sufriendo; borrachos, pero no de vino.
22 YAVÉ tu Dios y Señor, el que defiende a su pueblo, dice esto: «Mira, he quitado la copa de tu mano, la copa que hacía marear al pueblo. No beberás más de ella, la copa de mi ira.