3 Cuando hiciste cosas asombrosas que no esperábamos, bajaste, y las montañas temblaron ante tu presencia.
4 Desde hace mucho tiempo que nadie ha oído, escuchado ni visto que un Dios que no seas tú obre en favor de los que esperan en ti.
5 Tú vienes a ayudar a los que con gusto hacen lo que es justo, los que te recuerdan en todos tus caminos. Mira, en el pasado, cuando tú estabas enojado y nosotros habíamos pecado, todavía había oportunidad de ser salvos.
6 Todos nosotros nos volvimos como alguien impuro, todas nuestras obras justas son como una toalla higiénica sucia. Todos nosotros como una hoja nos marchitamos y caemos. Nuestros pecados nos arrastran como el viento.
7 No hay quien pronuncie tu nombre o trate de apoyarse en ti. Es que te ocultaste de nosotros y nos has dejado en manos de nuestro pecado.
8 Pero así y todo, SEÑOR, tú eres nuestro Padre. Nosotros somos la arcilla y tú el alfarero. Todos nosotros somos obra de tus manos.
9 SEÑOR, no te enojes indefinidamente y no tengas siempre presente nuestro pecado. Mira que todos nosotros somos tu pueblo.