8 Pero así y todo, SEÑOR, tú eres nuestro Padre. Nosotros somos la arcilla y tú el alfarero. Todos nosotros somos obra de tus manos.
9 SEÑOR, no te enojes indefinidamente y no tengas siempre presente nuestro pecado. Mira que todos nosotros somos tu pueblo.
10 Tus santas ciudades han quedado abandonadas. Sion quedó vacía, Jerusalén es un lugar arrasado.
11 Nuestro hermoso templo santo, donde te alabaron nuestros antepasados, ha sido incendiado. Todo lo hermoso que teníamos ha sido destruido.