3 Los jefes filisteos preguntaron:— ¿Qué hacen aquí esos hebreos?Y Aquís les respondió:— Este es David, súbdito de Saúl, el rey de Israel, que lleva conmigo un par de años y desde el día que vino a mí hasta hoy no he encontrado nada que reprocharle.
4 Pero los jefes filisteos se enfadaron con él y le dijeron:— Ordénale que regrese al lugar que le asignaste y que no nos acompañe en la batalla, no sea que nos traicione en el fragor del combate. Podría buscar reconciliarse con su señor a costa de las cabezas de nuestros hombres.
5 ¿No es este el David al que cantaban bailando aquello de “Saúl mató a mil y David a diez mil”?
6 Entonces Aquís llamó a David y le dijo:— ¡Vive el Señor! que eres un hombre recto y me agrada tu forma de comportarte conmigo en el campamento. Yo no he encontrado nada que reprocharte desde que viniste a mí hasta el presente; pero a los jefes filisteos no les caes bien.
7 Así que regresa en paz y no hagas nada que les desagrade.
8 Y David le replicó:— Pero, ¿qué he hecho yo? ¿En qué te he fallado desde el día en que me presenté a ti hasta hoy? ¿Por qué no puedo ir yo a combatir contra los enemigos de mi señor el rey?
9 Aquís le respondió:— De sobra sé que para mí has sido como un enviado de Dios. Pero los jefes filisteos no quieren que nos acompañes en la batalla.