4 Y la tropa entró a escondidas aquel día en la ciudad, como hacen los que se sienten avergonzados por haber huido del combate.
5 Mientras tanto el rey se tapaba el rostro y decía a grandes gritos:— ¡Hijo mío, Absalón, Absalón, hijo mío, hijo mío!
6 Entonces Joab se presentó ante el rey y le dijo:— Hoy has cubierto de vergüenza a tus servidores que acaban de salvaros la vida a ti, a tus hijos e hijas, y a tus mujeres y concubinas;
7 resulta que amas a los que te odian y odias a los que te aman. Hoy has demostrado que para ti no cuentan ni jefes ni soldados. Ahora me doy cuenta de que te habría gustado más que Absalón estuviera vivo y todos nosotros muertos.
8 Así que, decídete y sal a animar a los soldados; pues te juro por Dios que si no sales ahora, no quedará nadie contigo esta noche; y esta será la peor de todas las desgracias que te hayan sobrevenido desde tu juventud hasta ahora.
9 Entonces el rey se levantó, se sentó en la puerta y avisaron a la tropa:— El rey está sentado en la puerta.Y toda la tropa se presentó ante el rey.Los israelitas habían huido a sus tiendas,
10 y en todas las tribus de Israel la gente discutía, diciendo:— El rey nos ha salvado de todos nuestros enemigos y nos ha librado de los filisteos. Pero ha tenido que abandonar el país por culpa de Absalón.