2 —Había dos hombres en cierta ciudad: uno muy rico, que tenía muchos rebaños de ovejas y manadas de cabras;
3 y el otro muy pobre, que sólo poseía una ovejita que había logrado comprar. Esta ovejita era el encanto de sus hijos, y su dueño le daba de comer de su propio plato, la hacía beber en su propia taza, y la hacía dormir en sus brazos como si fuera una hija.
4 Un día un hombre llegó a visitar al rico, pero éste, en vez de matar un cordero de sus rebaños para dar de comer al viajero, tomó la ovejita del hombre pobre y con ella preparó una comida y se la sirvió al visitante.
5 Al oír esto, David se enfureció, y dijo:—¡Juro por el Dios vivo que quien haya hecho eso, merece la muerte!
6 ¿Cómo pudo ese hombre hacer tal cosa? ¡Pues ahora tendrá que pagarle al pobre cuatro veces lo que vale la oveja que le robó!
7 —¡Tú eres ese hombre! —Le dijo Natán a David—. El SEÑOR Dios de Israel dice: «Yo te hice rey de Israel y te salvé del poder de Saúl.
8 Te di su palacio y sus esposas, y los reinos de Israel y Judá. Y si esto no hubiera sido suficiente, te habría dado mucho más.