23-24 Dos años más tarde, cuando estaban esquilando las ovejas de Absalón en Baal Jazor, cerca del pueblo de Efraín, Absalón invitó a su padre y a todos sus hermanos a la fiesta para celebrar la ocasión.
25 —No, hijo mío —respondió el rey—. Si todos vamos, seríamos una carga demasiado grande para ti.Absalón insistió, pero el rey no quiso ir, aunque le dio su bendición.
26 Entonces Absalón le dijo:—Ya que usted no puede ir, le ruego que permita que mi hermano Amnón vaya.—¿Por qué Amnón? —preguntó el rey.
27 Absalón siguió insistiendo hasta que el rey permitió que todos sus hijos fueran, incluso Amnón.
28 Absalón dijo a sus servidores:—Esperen hasta que Amnón se embriague, y entonces, a una señal mía, mátenlo. No teman, yo soy el que manda aquí y esto es una orden. Sean valientes y háganlo.
29-30 Así es que ellos mataron a Amnón. Enseguida, los demás hijos del rey se subieron a sus mulas y huyeron. Mientras iban en su camino de regreso a Jerusalén, llegó a David la noticia: «¡Absalón ha dado muerte a todos tus hijos! ¡Ninguno ha quedado con vida!»
31 El rey se levantó, y en señal de dolor se rasgó su ropa y se postró en tierra. Sus criados también hicieron lo mismo.