1 Cuando el general Joab hijo de Sarvia comprendió cuánto deseaba David ver a Absalón,
2-3 envió por una mujer de Tecoa, que tenía reputación de gran sabiduría, y le dijo que pidiera una entrevista con el rey. Pero antes de que la mujer se presentara delante del rey, Joab le dijo:—Vístete de luto, no te eches perfume, como si estuvieras de duelo por un hijo muerto. Luego irás donde el rey y le dirás todo lo que yo te diga.
4 Cuando la mujer llegó ante el rey, se arrojó con el rostro al suelo frente a él y clamó:—¡Mi señor, por favor, ayúdeme!
5-6 —¿Qué te pasa? —le preguntó el rey.—Soy viuda —contestó ella—, y mis dos hijos tuvieron una pelea en el campo. Puesto que no hubo nadie que los separara, uno de ellos mató al otro.
7 Ahora el resto de la familia pide que yo entregue a mi otro hijo para ejecutarlo por haber asesinado a su hermano. Pero si lo hago no tendré ningún hijo, y el nombre de mi marido será desarraigado de la tierra.
8 —Déjalo por mi cuenta —dijo el rey—, yo veré que nadie lo toque.
9 —Gracias, mi señor, rey —contestó ella—. Yo llevaré la culpa si lo critican a usted por ayudarme de esta manera.