1 Esto es lo que Dios el SEÑOR me mostró en una visión: Él estaba preparando un vasto enjambre de langostas para destruir toda la cosecha que le pertenecía al pueblo. La primera cosecha, que era para el rey, ya se la habían entregado a él.
2 En la visión contemplaba cómo las langostas estaban acabando con todos los cultivos. Entonces dije:—¡SEÑOR mi Dios, te ruego que perdones a tu pueblo! ¡No les envíes esta plaga! Si tú te vuelves contra Israel, ¿qué esperanza queda? ¡Pues Israel es tan pequeño y débil y después de esta plaga les irá peor!
3 Por eso el SEÑOR cambió de idea, y me dijo:—Muy bien, no haré esto.
4 Luego Dios el SEÑOR me mostró un gran incendio que él había preparado para castigar a los israelitas. Era tan violento que había ya secado las aguas y estaba secando toda la tierra.
5 Entonces yo dije:—¡SEÑOR mi Dios, te ruego que no lo hagas! Si tú te vuelves contra Israel, ¿qué esperanza queda? ¡Pues Israel es tan pequeño y débil!
6 Entonces el SEÑOR cambió de idea, y me dijo:—Muy bien, tampoco voy a hacer eso.
7 Luego me mostró esto: El SEÑOR estaba parado al lado de una pared y tenía en su mano una plomada, de las que usan los albañiles para comprobar si una pared está recta.
8 Y el Señor me preguntó:—Amós, ¿qué ves?Yo respondí:—Una plomada de albañil.Entonces el SEÑOR contestó:—Yo probaré a mi pueblo con una plomada. Ya no me apartaré de mi propósito de castigarlo, le daré lo que se merece por sus actos de maldad.
9 Derribaré los altares y los templos de los ídolos que se ha hecho Israel, y también mataré con espada a la familia del rey Jeroboán.
10 Pero cuando Amasías, el sacerdote de Betel, oyó lo que Amós estaba anunciando, envió rápidamente un mensajero al rey Jeroboán con este mensaje: «Amós está incitando a los israelitas a que se rebelen contra usted. No podemos permitir que siga hablando con la gente del pueblo.
11 Él dice que usted morirá en una batalla y que los israelitas serán llevados como esclavos a un país lejano».
12 Luego Amasías le dijo a Amós:—¡Sal de aquí, hombre de visiones! ¡Huye a la tierra de Judá y gánate la vida profetizando allá!
13 ¡No nos molestes aquí con tus visiones! Aquí en Betel está el principal templo del reino, y es donde el rey viene a adorar. ¡Así que no prediques más en esta ciudad!
14 Pero Amós contestó:—Yo no soy realmente uno de los profetas oficiales. Yo no desciendo de una familia de profetas. Soy tan sólo un pastor de ovejas y recolector de higos silvestres.
15 Pero fue el SEÑOR quien me sacó de mi ocupación de cuidar los rebaños y me dijo: «Anda y profetiza a mi pueblo Israel lo que yo te comunicaré».
16 Ahora, pues, escucha este mensaje para ti, de parte del SEÑOR. Tú dices: «No profetices contra los israelitas, pues son los descendientes de Isaac».
17 Por eso, el SEÑOR te dice: «Escucha lo que se te viene encima: Tu esposa se convertirá en una prostituta en esta ciudad, tus hijos e hijas serán muertos en una batalla y tu tierra será repartida entre tus enemigos. Tú mismo morirás en una tierra pagana, y el pueblo de Israel será llevado como esclavo a un país extraño, muy lejos de aquí».